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Los tubos termosifón son un componente esencial de los sistemas de refrigeración, ya que son los que transportan al disipador térmico el calor producido por los procesadores. ¿Pero cómo funcionan y cómo están construidos? ¡Vamos a conocer mejor estos pequeños tubos!
Los tubos termosifón tienen su origen habitualmente en rodillos muy grandes sobre los que se bobinan tubos de cobre realmente largos. Una máquina especial los desbobina, los endereza y los corta, tras lo cual se limpian, se llenan con una mezcla de cobre en polvo, se colocan bajo una gruesa cubierta calefactora y se hornean a una asombrosa temperatura de 980 °C, en un proceso que dura unas ocho horas y que se conoce como «sinterización». En las fases finales se succiona todo el aire del tubo de cobre, que a continuación se llena con agua destilada (solo unos pocos mililitros por cada tubo).
Eliminar el calor es en general muy sencillo: los tubos termosifón absorben el calor del procesador (junto con la placa base del refrigerador) y lo transportan a las aletas del disipador térmico para disiparlo, ya sea en todas las direcciones o bien alejándolo del disipador térmico mediante un ventilador. Lo que es mucho más lógico.
Internamente, el proceso es ligeramente más complicado, ya que la citada agua destilada juega un papel importante aquí: en la placa base, donde se forma más calor, el líquido se evapora ascendiendo a las regiones más frías, donde dispensa poco a poco el calor que condensa el vapor y, debido a la capilaridad de la mezcla de cobre interna, envía el agua resultante de vuelta a la placa base, donde se reinicia todo el proceso. Este estado de agregación continuamente cambiante es muy importante, ya que un tubo de cobre puro transportaría el calor de una forma básicamente menos eficiente.